La perversidad motiva el menosprecio de los justos, ha
afectado sus costumbres y eludido sus obligaciones, lo cual lo conduce a la prevaricación
de labios, dictando sentencias no justas en contra de otros impíamente (Pr. 12,
13): y el honrado e integro Dios lo libra, es la razón por la cual para él no
hay temor, ni angustia, ni aflicción (Lc. 21, 34). El gran consejo es la
paciencia, la cual es ganancia para el alma (Lc. 21, 19).
No hay duda que la
boca contiene la semilla del triunfo o la victoria, esa es la boca del justo (Pr.
12, 14). El fruto del justo atrae para así poder disipar la semilla, es como el
perfume de la redención, y es el resultado del obrar del Señor; y es la “semilla
envasada” en vasos de barro, y así se constituye en agente de sus hechos,
anglon vaso (2 Co. 4, 17 y Jer. 18, 2).
El cristiano es el labrador de su propio terreno, para que
Dios permita emerger el verdadero fruto, y así poder satisfacer su propia
hambre y sed espirituales. En las filas del Señor el tener su oficio trae su
beneficio, y quien no procede acorde a la expresado, no tiene idea clara del asunto
en su sentido profundo ( 2 Pedro 1, 8).
El justo para continuar en la justicia no debe añorar la red
del malvado o desear tender trampas para cazar a los inocentes o incautos (Ef.
4, 14). El justo debe cada vez fortalecer la raíz o sus principios bíblicos
para obrar en bien (Sal. 34, 15 al 17). El que permanece fiel, Dios lo colma de
beneficios (Sal. 68, 19). Es mejor ser despreciado por asuntos del Señor, que
tener servidores a favor, y no poder ser saciado por Él en todos aspectos de la
vida. La vanagloria sin la comida espiritual, es
jactancia sin pan (Pr. 12, 9).
El Justo siempre obrara bien por encima de cualquier obstáculo o
resistencia, con la asistencia del SEÑOR
(Pr. 12, 10).
Bendición para ti llamado y escogido
Siervo
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