QUMRÁN ILUMINA SIERVOS

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martes, 10 de abril de 2012

LA BIBLIA SI ES CLARA EN EL DÍA DE SU MUERTE: VIERNES 14 DE NISAN



S.Marcos. 15:42 Cuando llegó la noche, porque era la preparación, es decir, la víspera del día de reposo, 15:43 José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. S.Lucas. 23:54 Era día de la preparación, y estaba para comenzar el día de reposo. 23:55 Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo. 23:56 Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento. S.Mateo. 28:1 Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. 


Los autores tratan de encontrar algunos datos sobre la vida de Cristo y el uso de diversas fuentes y estudios para responder a preguntas como la edad exacta cuando Jesús murió.
Para el psiquiatra forense, José Cabrera que publicó “CSI: Jesucristo,” dice que el Mesías habría muerto a los 36 ó 39 años, porque según los estudios, Jesús nació, curiosamente, en el año 6 anterior a su propia era, ya que Herodes el Grande, el rey de Judea, durante su nacimiento, falleció en el año 4 a.
Por otra parte Poncio Pilatos, quien ordenó su ejecución, fue prefecto de Judea entre el 29 y el 37 d.C, período en que el único viernes de Pascua con Luna llena fue el 7 de abril del año 30 —por lo que moriría a los 36 años de edad— o el 7 de abril del año 33 —cuando Jesucristo tendría 39—. En cualquier caso, “un hombre a esa edad en ese época era maduro. Con 40 años ya era abuelo”, explica Cabrera.
Otra cuestión que ha adquirido nuevas interpretaciones fue el día de la semana se han sucedido a la crucifixión. Para el catedrático de Filología Griega de la UCM Antonio Piñero, quien escribió el libro “Ciudadano Jesús” ocurrió un jueves.
La muerte de Jesucristo se conmemora el Viernes Santo, pero Antonio Piñero, catedrático de Filología Griega de la Universidad Complutense de Madrid, afirma que “es más probable que fuera crucificado el jueves, ya que si eso ocurrió a las 15 horas del viernes, habría muerto caída la tarde.
Los autores tratan de encontrar algunos datos sobre la vida de Cristo y el uso de diversas fuentes y estudios para responder a preguntas como la edad exact
 ·  ·  · Hace 3 minutos

¿Pero quien demonios es el Angel Exterminador?


            Y nunca mejor dicho “quién demonios”, porque el Angel Exterminador no es otro que, precisamente, el demonio. ¿Pero de dónde viene la expresión? ¿Está en la Biblia? ¿Es frecuente en ella?
 
            Pues bien, estar, lo que es estar, está en la Biblia, pero es cualquier cosa menos frecuente, pues en realidad es utilizada muy pocas veces (Ex. 12, 23; 1Co. 10, 10), y con el sentido del que nos vamos a ocupar aquí sólo una (Ap. 9,11), una vez que, por cierto, no encontrará Vd. en todas las biblias, sino en una muy concreta: la Vulgata, que la incluye en el Apocalipsis, donde dice:
 
            “Et habebant super se regem angelum abyssi cui nomen hebraice Abaddon graece autem Apollyon et latine habet nomen ‘Exterminans’” (Ap. 9, 11).
 
            Traducible como:
 
            “Y tenían sobre sí al ángel rey del abismo, cuyo nombre hebreo es ‘Abaddon’, en griego ‘Apollyon’ y en latín tiene el nombre de ‘el Exterminador’”.
 
            La Biblia Vulgata es, como se sabe, la traducción al latín que de la Biblia en griego hace Jerónimo de Estridón, San Jerónimo (340-420), a finales del s. IV, a petición delPapa Dámaso I, convertida en texto oficial de la Biblia por el Concilio de Trento en 1546.
 
            El caso es que, en su trabajo, San Jerónimo, al llegar al versículo en cuestión delApocalipsis, se siente en la obligación de añadir de su cosecha la traducción latina a un término que en la versión griega que él maneja, sólo aparecía en hebreo, “Abaddon”, y en griego, “Apollyon”, creando de este modo la famosa locución, tantas veces utilizadas en el lenguaje cotidiano, de “el Angel Exterminador” (un comentarista asiduo de esta columna firma así). La traducción, por otro lado, se ajusta bastante bien a las palabras presentes en el texto griego que traduce Jerónimo, pues “Apollyon” proviene del verbo griego “apollymi” o “apollyo” y significa “destruir”; y “Abbadon” parece provenir de la raíz hebrea “ABD” (las palabras hebreas carecen de vocales) y significaría “echar a perder, arruinar”.
 
            En cuanto al papel que en el Apocalipsis desempeña Abbadon, el Angel Exterminador en definitiva, ha sido objeto de controversia en el plano de los estudios bíblicos. Pero se trata, inconfundiblemente, de un papel negativo, ya se trate delAnticristo, ya se trate del mismo Satanás en persona, ya se trate de un lugarteniente deSatanás. Es, en cualquier caso, el rey de unas langostas muy especiales, con poder para torturar al Hombre durante el extraño plazo de “cinco meses” (Ap. 9, 5), y con una particularísima morfología:
 
            “La apariencia de estas langostas era parecida a caballos preparados para la guerra; sobre sus cabezas tenían como coronas que parecían de oro; sus rostros eran como rostros humanos; tenían cabellos como cabellos de mujer, y sus dientes eran como de león; tenían corazas como corazas de hierro, y el ruido de sus alas como el estrépito de carros de muchos caballos que corren al combate; tienen colas parecidas a las de los escorpiones, con aguijones” (Ap. 9, 7-10)
 
            En el Antiguo Testamento existen algunas referencias al “abbadon”, pero no se trata de un ser personalizado como en el Apocalipsis, sino más bien, de un lugar o de una situación. La Biblia de Jerusalén (que muchos de Vds. tendrán en sus hogares, una de las más precisas y mejor iluminadas versiones que existen de la Biblia) traduce el término como “perdición”. Dichas menciones se encuentran en tres libros: el Libro de Job,Proverbios y los Salmos.
 
            En Proverbios encontramos:
 
            “Yahvé vigila Abismo y Perdición [abbadon]: ¡cuánto más el corazón humano!”(Prov. 15, 11)
 
            “Abismo y perdición [abbadon] son insaciables, como insaciables son los ojos del hombre” (Prov. 27, 20)
 
            En el Salmo 88 se lee:
 
            “¿Se habla en la tumba de tu amor, de tu lealtad en el lugar de perdición[abbadon]?” (Sal. 88, 12).
 
            Pero quizás la más interesante sea la recogida en el Libro de Job:
 
            “El seol [lugar en el que según los judíos yacen los difuntos en una situación similar al letargo, son los “infiernos” a los que Jesús habría descendido entre su muerte y su resurrección] está desnudo ante él, la Perdición [abbadon] se halla al descubierto” (Job, 26, 6).
 
            Donde la sustitución de “perdición” por “Abbadon” bien podría haber iniciado el interesante proceso de conversión de “la Perdición” en un ser personal, por demás el maléfico jefe de los infiernos. Y si no veamos:
 
            “El infierno está desnudo ante él, Abbadon se halla al descubierto”.
 
 
            © L.A.
            encuerpoyalma@movistar.es

Del famoso debate sobre el sexo de los ángeles


 
            La del sexo de los ángeles es la cuestión bizantina por excelencia, y nada tiene de particular que sea así, pues es precisamente en Bizancio donde se sitúa la leyenda según la cual, filósofos, teólogos, políticos y hasta el entero vulgo, se hallarían encelados en tan trivial cuestión mientras a las puertas de la ciudad los turcos hacían cola para comenzar a repartirse lo que quedaba de la otrora orgullosa capital del cristianismo universal, cosa que acontecía un malhadado 29 de mayo de 1453. Una cuestión tan baladí que de hecho es muy posible que, contrariamente a lo que acostumbra a creerse, nunca mereciera excesivo interés por parte ni de la magistratura ni de la doctrina eclesiásticas, y que toda la historia se enmarque en el ámbito de lo puramente legendario.
 
"Vieron los hijos de Dios que las hijas de los
hombres les venían bien y tomaron
por mujeres a las que preferían"
            Todo lo cual, sin embargo, no obsta para que en las páginas del Antiguo Testamento nos encontremos a los ¿ángeles? enfrascados en algunas de las más humanas disquisiciones, como ocurre en el pasaje del Génesis que relata el pecado que terminó decidiendo a Dios a enviar al mundo el diluvio universal:
 
            “Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios [ojo a la expresión] que las hijas de los hombres les venían bien y tomaron por mujeres a las que preferían de entre todas ellas” (Gn. 6, 1-2).
 
            Y bien, ¿quiénes eran esos "hijos de Dios"? Se han propuesto múltiples interpretaciones: los hijos de Set, tercer hijo, a su vez, de Adán y Eva; unos gigantes no humanos… Lo cierto es que la propia Biblia, en otros pasajes, usa la expresión en lo que parece ser un sinónimo de ángeles, tal cual sucede, por ejemplo, cuando dice el Libro de Job:
 
            “Un día en que los hijos de Dios fueron a presentarse ante Yahvé, apareció también entre ellos el Satán” (Lob 1, 6)
 
            El propio Judas Tadeo, en su única Carta canónica, parece referirse al episodio que dio lugar al Diluvio cuando afirma:
 
            “Y además que a los ángeles, que no mantuvieron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los tiene guardados con ligaduras eternas bajo tinieblas para el juicio del gran Día” (Jud. 1, 6).
 
            Estrechamente asociados diluvio universal y pecado de los ángeles nos los volvemos a encontrar en las dos cartas de Pedro, y sobre todo en la segunda, en la que podemos leer:
 
            “Pues si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, precipitándolos en los abismos tenebrosos del Tártaro, los entregó para ser custodiados hasta el Juicio; si no perdonó al antiguo mundo, aunque preservó a Noé, heraldo de la justicia, y a otros siete, cuando hizo venir el diluvio sobre un mundo de impíos” (2Pe 2, 4-5)
 
            No es la única referencia al sexo de los ángeles en los textos bíblicos, pues ni más ni menos que el mismísimo Jesús se refiere, siquiera de pasada, a la cuestión. Ocurre cuando preguntado por los saduceos, apenas unos días antes de ser crucificado, con quien estaría casada una mujer que en el mundo lo hubiera estado con siete hermanos, responde:
 
            “En la resurrección, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en el cielo” (Mt. 22, 30).
 
            De donde no cabe otra interpretación que la de que, digan lo que digan los bizantinos, diga lo que diga el autor del Génesis, los ángeles no están sometidos a apetito sexual de ningún tipo, por lo que no parece lógico que tengan sexo.
 
            Episodio que es, por cierto, en lo que consiste la famosa “trampa saducea” -la que le ponen los saduceos a Jesús en Mt. 22, 23-30 para ver si conseguían alguna causa por la que condenarle- que popularizara en su día ese político español de la Transición llamadoTorcuato Fernández Miranda, a la que tantas veces hacemos referencia en el lenguaje cotidiano con la misma frecuencia y desconocimiento con el que nos referimos a las "cuestiones bizantinas", sin saber, ni en un caso ni en otro, en qué consistieron.
 
            Helas pues aquí, las dos unidas, "cuestiones bizantinas" y "trampas saduceas", y gracias las dos… ¡¡¡al sexo de los ángeles!!!
 
 
            ©L.A.
            encuerpoyalma@movistar.es
 

De los ángeles en el Antiguo Testamento


 
            Me propongo realizar en adelante una serie de artículos sobre los ángeles, serie que inicio con éste referido a todo aquello que concierne a su creación y su número dentro del Antiguo Testamento.
 
            Pues bien, los ángeles (del griego angelos (ἄγγελος)=mensajero, raíz etimológica que da también "evangelio", de eu (εὐ)=buen y angelion (αγγέλιον)=mensaje, el buen mensaje, la buena nueva), también llamados en el Antiguo Testamento malak (hebreo que significa delegado, embajador), o beney Elohim (“Hijos de Dios”, cfr. Gn. 6, 1-2; Job. 1, 6), son, en el entorno judeo-cristiano, seres espirituales, sin cuerpo pues, aunque a veces se manifiesten bajo formas visibles; que no están sometidos a las leyes de la corrupción; y que no se relacionan sexualmente ni se multiplican.
 
            El concepto semítico de ángel bien podría estar emparentado con el de los sukalli, suerte de espíritus mensajeros de la deidad babilónica, o con el de los amesha spentas que cita el Avesta, libro sagrado del mazdeísmo persa, religiones ambas, la babilónica y la persa, con las que en un momento u otro entraron en contacto los israelitas.
 
            El primer problema que plantea la teoría de los ángeles es el de su creación. Y es que cuando el primero de los libros del Antiguo Testamento, el Génesis, relata cómo Dios crea el mundo, no los menciona entre sus creaturas. Y sin embargo, bien pronto aparecen en el mismo libro, ya que “habiendo expulsado al hombre [por causa de su desobediencia al comer el fruto del árbol prohibido] puso [Dios] delante del jardín del Edén querubines [del hebreo kerubim=los próximos, derivado, a su vez, del asirio karibúpara guardar el camino del árbol de la vida” (Gn. 3, 24). A estos querubines de tan temprana mención en los textos del Antiguo Testamento, vuelve a referirse éste cuando nos los presenta custodiando el Arca de la Alianza (Ex. 25, 18).
 
            Precisamente un terrible pecado en el que participan hombres y ángeles, denominados aquí “los hijos de Dios”, muy poco conocido, por cierto, y emplazado al inicio del Génesis justo delante del episodio del Diluvio universal, es el que da lugar al terrible castigo por el que Dios pone límite a los días del hombre en ciento veinte años (los patriarcas antediluvianos, anteriores también al pecado del que hablamos, vivían hasta un milenio circa, caso de Matusalén v.gr.).
 
            “Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres les venían bien, y tomaron por mujeres a las que preferían de entre todas ellas. Entonces dijo Yahvé: «No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne; que sus días sean ciento veinte años.» Los nefilim existían en la tierra por aquel entonces (y también después), cuando los hijos de Dios se unían a las hijas de los hombres y ellas les daban hijos: éstos fueron los héroes de la antigüedad, hombres famosos” (Gn. 6, 1-4)
 
            Relatos todos los cuales de los que sólo cabe extraer una de dos conclusiones: o los ángeles no han sido creados sino que existen desde toda la eternidad; o, de haber sido creados, lo fueron antes que el mundo.
 
            La realidad es que aunque el Génesis orille la cuestión, de otros textos veterotestamentarios sí se puede concluir que los ángeles fueron creados. Un Salmo al menos, así lo corrobora:
 
            “¡Alabadle, ángeles suyos todos, todas sus huestes, alabadle! [...] Alaben todos el nombre de Yahveh, pues él ordenó y fueron creados” (Sl. 148, 2-5).

            El IV Concilio de Letrán (1215), undécimo de los ecuménicos, en su decretoFirmitery en la misma línea que luego seguirá el Concilio Vaticano I en su decreto Dei Filius, se pronuncia claramente sobre la cuestión:
 
            “[Dios] creó de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana, y después la humana, compuesta de espíritu y de cuerpo”.
 
            La otra gran cuestión que se suscita en el Antiguo Testamento es el del número de ángeles. Pues bien, el Antiguo Testamento los cuantifica en “millares de miríadas”(Sl. 68, 18); el profeta Daniel, no menos entusiasta, habla de “miríadas de miríadas” (Dn. 7, 10). La misma denominación de Dios como Yahveh Sebaot ("el Dios de las huestes"), tan frecuente en el Antiguo Testamento, no hace referencia sino a su condición de jefe de los innumerables ejércitos angelares.
 
            Aunque trataremos el tema en un artículo expresamente dedicado al Nuevo Testamento, podemos anticipar aquí que dentro de él, persiste la idea de las grandes poblaciones angélicas. Así, Mateo, que escribe el que podríamos denominar  "el evangelio de los ángeles", - recuérdese por ejemplo, el papel del ángel en toda la infancia de Jesús, las apariciones a San José... no por casualidad se representa a Mateo como un ángel-, es el propio Jesús el que nos da una pista sobre su número cuando, en el momento de ser prendido, reprende a Pedro por intentar defenderle a espada al son de estas palabras:
 
            ¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles?” (Mt. 26, 53)
 
            No menos explícito se muestra Juan en su Apocalipsis, cuando explicando una de sus visiones nos dice:
 
            “Y en la visión oí la voz de una multitud de ángeles alrededor del trono, de los Vivientes y de los Ancianos. Su número era miriadas de miriadas y millares de millares”(Ap. 5, 11).
 
 
            ©L.A.
            encuerpoyalma@movistar.es

De los ángeles en los evangelios



 
            Los ángeles desempeñan un papel preponderante en los evangelios. Se puede establecer que suman más de medio centenar las alusiones existentes en ellos a los angélicos personajes, de las que más de un 80%, sólo en los de Mateo y Lucas. No por casualidad, Mateo es representado en la iconografía cristiana como un ángel, algo que debe al protagonismo que en su Evangelio corresponde a las celestiales criaturas.
 
            Repasando los evangelios y siguiendo un orden cronológico, un ángel, en este caso con nombre y apellido, Gabriel, es el que anuncia al sumo sacerdote Zacarías que va a ser padre de Juan Bautista. Y ello a pesar de ser su mujer estéril y vieja, y él mismo, viejo (Mt. 1, 7):
 
            “Se le apareció el ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se sobresaltó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y convertirá al Señor su Dios a muchos de los hijos de Israel e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.» Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer de avanzada edad.» El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. Mira, por no haber creído mis palabras, que se cumplirán a su tiempo, vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas.»” (Lc. 1, 11-20)
 
            El mismo ángel Gabriel (a la derecha según lo ve Fra Angelico) anuncia a María su milagrosa maternidad a pesar de“no conocer varón” (Lc. 1, 34):
 
            “Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y, entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de la que se decía que era estéril,porque no hay nada imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel, dejándola, se fue” (Lc. 1, 26-38).
 
            A partir de ahora, ningún ángel vuelve a tener nombre en el Evangelio, lo que no quita para que sigan desfilando uno tras otro en los distintos episodios que jalonan la vida de Jesús. Así, cuando San José repara en el embarazo deMaría en el que él no ha tenido participación alguna, un ángel se le presenta en sueños (a la izquierda según lo ve George de la Tour) para confortarle:
 
            “Su marido José, que era justo, pero no quería infamarla, resolvió repudiarla en privado. Así lo tenía planeado, cuando el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»” (Mt. 1, 19-20).
 
            Cuando nace Jesús, un nuevo ángel se encarga de proclamar la buena nueva a los pastores:
 
            “Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el ángel del Señor, la gloria del Señor los envolvió en su luz y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.»” (Lc. 2, 8-14)
 
            Curiosamente, a los magos de oriente no es un ángel ni el que les informa del nacimiento del rey en Belén, ni el que los conduce a la pequeña ciudad de Judea para rendirle honores.

            Si es un ángel, en cambio, el que se presenta de nuevo ante José para darle la instrucción de huir a Egipto, y así salvar a Jesús de las iras de Herodes que, como se sabe, anda buscando al niño para matarle:
 
            “Cuando ellos se retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estáte allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto” (Mt. 2, 13-14).

            Mientras está en Egipto, es otra vez un ángel el que le informa, una vez más en sueños, de que Herodes ha muerto y de que puede volver a Palestina:
 
            “Muerto Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel, pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.» Él se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel” (Mt. 2, 19-21).
 
            Esta capacidad onírica de José para entrar en contacto con los ángeles tiene dos importantes connotaciones. Por un lado, convierte al José de Mateo, que es siempre el evangelista que refiere los sueños, en el José más activo de los cuatro evangelios. Mateode hecho, menciona siete veces a José, cinco de las cuales tienen que ver con sus revelaciones angélico-oníricas. A los efectos, no está de más señalar que el evangelistaMarcos, por ejemplo, no menciona a José ni una sola vez por su nombre, y que las dos veces que lo hace Juan, es sólo para dar a apellido a Jesús, “Jesús el hijo de José” (Jn. 1, 45 y Jn. 6, 42). Lucas sí lo menciona, cosa que hace en hasta cinco ocasiones, y al igual queMateo, lo trata como personaje autónomo con vida propia. Y al mismo tiempo, nos hace pensar en otro célebre José famoso por interpretar sueños, el veterotestamentario José hijo de Jacob, bien que con una pequeña diferencia entre los dos: que los sueños que interpreta éste son siempre ajenos (los del faraón, los de los dos cortesanos), en tanto que los que interpreta el padre de Jesús son los propios.
 
            Volviendo a nuestros ángeles, cuando el diablo termina de tentar a Jesús en el desierto esto es lo que ocurre:
 
            Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían [a Jesús]” (Mt. 4, 11; Mc. 1, 13).
 
            El evangelista Juan nos dice qué es lo que pasa en la piscina de Betzatá, una piscina en la que en tiempos de Jesús se producían milagrosas curaciones:
 
            “Hay en Jerusalén una piscina Probática que se llama en hebreo Betzatá, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Porque el ángel del Señor se lavaba de tiempo en tiempo en la piscina y agitaba el agua; y el primero que se metía después de la agitación del agua, recobraba la salud de cualquier mal que tuviera” (Jn. 5, 2-4)
 
            Jesús en persona explica la relación existente entre ángeles y niños:
 
            Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 18, 10).

            Una mención por cierto, en la que cabe encontrar la base escriturística del ángel de la guarda, por lo menos por lo que a los niños se refiere.
 
            Nos cuenta también Jesús aquello que es lo que más alegría produce entre los ángeles:
 
            “Pues os digo que, del mismo modo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta” (Lc. 15, 10)
 
            Un ángel conforta a Jesús cuando en el huerto de Getsemaní, éste espera angustiado a que procedan a su detención y dé comienzo su pasión:
 
            “Se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.» Entonces se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba” (Lc. 22, 41-43).
 
            Todo un ejército de ángeles podría haberle liberado de su fatídico final de no ser porque el mismo forma parte del plan de salvación trazado de antemano por Dios:
 
            Entonces aquéllos se acercaron, echaron mano a Jesús y le prendieron. En esto, uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del Sumo Sacerdote, le llevó la oreja. Dícele entonces Jesús: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Mas, ¿cómo se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?»” (Mt 26, 50-54)
 
            Y un ángel del Señor es igualmente el encargado de anunciar a las santas mujeres que Jesús ha resucitado:
 
            El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: «Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: `Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis.´ Ya os lo he dicho.» Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos” (Mt. 28, 5-8; similar en Mc. 16, 5-7; Lc. 24, 4-7; Jn. 20, 12-13).
 
            Un ángel del que habría mucho que hablar, pues mientras en Mateo es explícitamente un ángel, y también lo es en Juan, aunque los ángeles sean dos (Jn. 20, 12), en Marcos (Mc. 16, 4) es "un joven con una túnica blanca" y en Lucas “dos hombres con vestidos resplandecientes” (Lc. 24, 4).

            Son varias las ocasiones en las que Jesús explica el papel que corresponderá a los ángeles cuando llegue la hora del fin del mundo. Así lo hace explicando la parábola de la cizaña:
 
            “De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes” (Mt. 10, 42).
 
            Al salir del templo lo explica así:
 
            “Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Él enviará a sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los cuatro vientos a sus elegidos, desde un extremo de los cielos hasta el otro”(Mt. 24, 30-31).
 
            De manera aún más explícita lo relata Lucas:
 
            “Yo os digo: ‘Por todo el que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios. Pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios’” (Lc. 12, 8-9)
 
            Todo lo cual no es óbice para que de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mt. 24, 36; Mc. 13, 32).
 
            Y eso que, de hecho, son los ángeles los que conducen al justo a la gloria de Dios, como nos cuenta Jesús en la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón:
 
            “Sucedió, pues, que murió el pobre y los ángeles le llevaron al seno de Abrahán”(Lc. 16, 22)
 
            El cielo está lleno de ángeles, como con claridad le explica Jesús a Natanael:
 
            “En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre” (Jn. 1, 51).
 
            De hecho, la de convertirse en ángel o algo parecido, es la suerte que espera al hombre que alcance el cielo:
 
            «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios por ser hijos de la resurrección” (Lc. 20, 34-36; similar en Mt. 22, 29-30; Mc. 12, 24-25)
 
            Lo que en modo alguno, debe interpretarse como que en el infierno vayan a librarse los que vayan de departir con ángeles:
 
            “Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles’” (Mt. 25, 41)
 
 
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De las funciones de los ángeles




 
            Las funciones que desempeñan los ángeles son de tres tipos: adorar a Dios en el Cielo, proteger a las naciones y proteger a la Iglesia.
 
            Por lo que se refiere a la primera de ellas, la de adorar a Dios en el cielo, dice Isaías:
 
            “Unos serafines se mantenían erguidos por encima de Él [...]. Y se gritaban el uno al otro: “santo, santo, santo, Yahveh Sebaot; llena está toda la tierra de su gloria” (Is. 6, 3).
 
            Añade Jesús:
 
            “[Contemplan] constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mt 18, 10).
 
            El Libro de Tobías confirma que hay “siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la gloria del Señor” (Tb. 12, 15). Angeles que, por cierto, son los mismos que contempla San Juan:
 
            “Vi entonces a los siete ángeles que están en pie delante de Dios” (Ap. 8, 2).
 
            La segunda de las funciones angelicales es la de proteger a las naciones, y por encima de todas, una, claro está, la nación elegida de Dios, Israel. Con toda claridad lo expresa el Libro del Exodo:
 
            “Se puso en marcha el ángel de Yahveh que iba al frente del ejército de Israel” (Éx. 14, 19).
 
            Pero la de Israel no es la única nación que tiene ángel. Ya hemos visto como cuando San Miguel, ángel protector de la nación israelí, actúa en el ejercicio de lo que es su alta magistratura, se enfrenta al Príncipe de Persia, ángel protector de las naciones contrarias a Israel (Dan. 10, 13). Con claridad meridiana lo explica el Deuteronomio:
 
            “Cuando el Altísimo repartió las naciones, cuando distribuyó a los hijos de Adán, fijó las fronteras de los pueblos según el número de los hijos de Dios [los ángeles]” (Dt. 32, 8).
 
            En cuanto a la tercera de las funciones de los ángeles, la de proteger a la Iglesia, ya se refiere a ella el Apocalipsis de Juan:
 
            “La explicación del misterio de las siete estrellas que has visto en mi mano derecha y de los siete candeleros de oro es ésta: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros son las siete iglesias [Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea] (Ap. 1, 20).
 
            Pero por encima de todas las citadas, hay una función que la tradición cristiana atribuye con especial esmero a los ángeles: se trata de la protección de los seres humanos. Ya en el Antiguo Testamento se dan testimonios abundantes en tal sentido. Angeles son quienes protegen a Lot (Gn. 19, 1 y ss. ), auxilian en el desierto a Agar y a su hijo Ismael (Gn. 16, 7), conducen al pueblo de Dios (Ex. 23, 23) o asisten a los profetas (1Re. 19, 5). Abraham, al enviar a su siervo a buscarle una esposa a Isaac, le dice:
 
            “Él enviará su ángel delante de ti” (Gn. 24, 7).
 
            Judith proclama:
 
            “Vive el Señor, cuyo ángel ha sido mi guardián” (Jd. 13, 20).
 
            Ya en el Nuevo Testamento, el propio Jesús anticipa este rol angelical, al menos en lo que se refiere a los niños cuando habla de “sus ángeles [los de los niños]”. (Mt. 18, 10). San Pablo define a los ángeles como “espíritus servidores, enviados para ayudar a aquellos que han de heredar la salvación [es decir, los hombres] (Hb. 1, 14).
 
            En la primera literatura cristiana, Orígenes afirma que “el ángel particular de cada cual [...] une su oración a la nuestra y colabora, según su poder, a favor de lo que pedimos”. San Basilio que “cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida”. San Ambrosio que “debemos rezarle a los ángeles que nos son dados como guardianes”. Santo Tomás de Aquino dedica un largo artículo de su Suma Teológica al tema. Y el Catecismo de la Iglesia Católica declara:
 
            “Desde su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión [la de los ángeles custodios] (Cat. 336).
 
 
            ©L.A.
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El día en tiempos de los romanos



 
            Con motivo del artículo que ayer dediqué a San Benito de Nursia en el que se hablaba de la hora sexta que la regla benedictina dedica al descanso y su más que posible relación con la españolísima “siesta” (una palabra tan universal, que, en mi opinión debería sustituir a la palabra “sierra”, igualmente española, en el alfabeto fonético OACI), un asiduo comentarista de este blog por nombre Jonás, preguntaba cómo era la medición de las horas del día en los tiempos de Jesús.
 
            Pues bien, es lo cierto que el día estaba dividido, ya entonces, en veinticuatro horas. Parece ser que la idea de hacerlo así tendría su procedencia en el Egipto faraónico, -donde por cierto, se había medido también el año solar-, que a su vez podría haberla tomado de los babilonios. La elección de la cifra del veinticuatro, o por mejor decir, la del doce del que veinticuatro era compuesto, bien podría estar relacionada con su fácil divisibilidad por 1, por 2, por 3, por 4 y por 6, no existiendo ningún número más bajo divisible por esas cinco cifras. De Egipto, la costumbre pasa incólume a Roma.
 
            Hasta aquí, se podría decir que nada ha cambiado desde aquellos tiempos, por antiguos que sean, pues actualmente seguimos dividiendo el día en veinticuatro horas. Pues bien, nada más lejos de la realidad. Y es que en esos tiempos antiguos, las distintas horas de la jornada no tenían, cómo tienen ahora por mor de la aparición de los distintos instrumentos precisos de medición del tiempo, la misma duración. Lo que se hacía es estimar el orto, la salida del sol, y el ocaso, la puesta de sol, y a partir de ahí, dividir los dos períodos, el que va del orto hasta el ocaso (el día) y el que va del ocaso hasta el orto (la noche), en doce lapsos de tiempo iguales. Lo que quiere decir que cada hora del año tenía una duración diferente, a saber: ni eran igual de largas, en una misma jornada, las horas del día que las de la noche; ni eran igual de largas, en un mismo año, las horas veraniegas que las invernales, las primaverales que las otoñales: en realidad ninguna hora tenía la misma duración que otra, de la misma forma que ningún día la hora del orto y la hora del ocaso es la misma.
 
            Todo esto dicho, las horas del día más largo del año, el solsticio de verano, podían llegar a tener una duración de hasta setenta y seis minutos, esto es, una hora y diecisiéis minutos. En tanto que las horas del día más corto del año, las del solsticio de invierno, podían llegar a tener una duración de apenas 44 minutos. Y todo ello, en el bien entendido de que el minuto como medida de tiempo no existía todavía (no es hasta bien avanzado el medievo que se empieza a utilizar), y que le medición que se aporta aquí en minutos es producto de un cálculo contemporáneo, no de la época.
 
            Con las horas de la noche pasaba lo propio, lo que quiere decir que a medida que las horas del día eran más largas (en el verano) las de la noche eran más cortas, y a medida que las horas del día eran más cortas (las del invierno) las de la noche eran más largas. Todo ello sin subestimar una segunda diferencia entre las horas del día y las de la noche: la dificultad de su medición, pues mientras las del día se podían medir con un reloj de sol, cuya existencia está documentada en tiempos tan antiguos como las del Antiguo Egipto, para las de la noche era preciso tener conocimientos astronómicos.
 
            Pues bien, todo esto dicho, y para terminar de dar respuesta al buen amigo Jonás, se llamaba en Roma hora prima a la primera doceava parte del día una vez salido el sol, y se llamaba hora duodecima (sin acento en latín) a la última antes de la puesta de sol.
 


 
            Si en otros días nos hemos referido a la presencia de los ángeles en las Escrituras, corresponde hacerlo a la de una categoría especial de ángeles que son los archiángeles oarcángeles (más que ángeles, como “archiduque” es más que duque, o “arzobispo” es más que obispo),
 
Los tres arcángeles.
Maestro del Pratovecchio. 1450.

            En todo el Antiguo Testamento la palabra “arcángel” no es jamás utilizada. Dentro del cristianismo, el primero en hacerlo es San Pablo, bien que lo haga una única vez, en su Segunda Carta a los Tesalonicenses:
 
            “El mismo Señor bajará del cielo con clamor, en voz de arcángel y trompeta de Dios, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar” (Tes. 4, 16)
 
            A partir de Pablo los arcángeles vuelven a aparecer mencionados en el gran tratado angélico “De coelesti hierarchia” atribuido a San Dionisio Areopagita, pero probablemente escrito hacia el s. IV, esto es, tres siglos después de que aquél existiera. Y a partir de ahí en todos los escritos sobre el tema de los grandes autores cristianos, sólo a modo de ejemplo, San Gregorio Magno (590-604) ySanto Tomás de Aquino (n.1225-m.1274) que lo hace en su Suma Teológica.
 
            Pues bien, no obstante la no utilización de la palabra, de autoría paulina como vemos, esta categoría de ángeles especiales o más que ángeles es atribuída en la Biblia a siete personajes, ni uno más ni uno menos, aunque, como verá el lector, no de una manera muy clara. En el Antiguo Testamento, el Libro de Tobías lo hace con estas palabras:
 
            “Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor” (Tb 12, 15)
 
            Y en el Nuevo, el Apocalipsis lo hace con éstas:
 
            “Juan, a las siete iglesias de Asia. Gracia y paz a vosotros de parte de «Aquel que es, que era y que va a venir», de parte de los siete Espíritus que están ante su trono” (Ap 1, 4)
 
            Y con éstas:
 
            “Vi entonces a los siete ángeles que están en pie delante de Dios” (Ap. 8, 2).
 
            Sin embargo, lo cierto es que de los siete más-que-ángeles en cuestión, sólo tres son citados por su nombre en los textos bíblicos, a saber, Gabriel, que además de citarse enDaniel, está presente en el Evangelio de Lucas; Miguel, que además de citarse en el mismo Daniel está presente también en el Apocalipsis y en la Carta de Judas; yRafael, que aunque se cita en Tobías, como hemos visto, no registra presencia alguna en el Nuevo Testamento.
 
            La Iglesia celebra a estos tres arcángeles el día 29 de septiembre, y no celebra los otros cuatro que mencionan los libros por no aparecer sus nombres en la Biblia. Lo que no quiere decir que no exista tradición alguna sobre esos nombres, ya que ciertos apócrifos veterotestamentarios como el Libro de Henoc y el IV Libro de Esdrás, los da en llamarUriel, Baraquiel, Jehudiel y Saeltiel. Y alguno de ellos, concretamente el primero, Uriel, con gran tradición entre los cristianos.
            
            Como se observa, todos los arcángeles tienen un nombre terminado en la partícula “el”, partícula presente en otros nombres judíos como Manuel, Elías, etc. y que no significa otra cosa que Dios. Rafael, que es el ángel que sanó a Tobías, es “Dios sana” (raf=sana; El=Dios). Gabriel es “la fuerza de Dios” (gabar=fuerza, El=Dios). Miguel, por último “Quién como Dios” (mi=quién; ka=como; El=Dios).

   
            ©L.A.
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            Me parecen las fechas pascuales en las que nos hallamos, las idóneas para entrar en una bella cuestión histórica cual es la de la fecha y año en que se produjo la muerte de Jesús. Y para ello, amigo lector, lo primero a determinar, -ya verá Vd. porqué-, es si lo que Jesúscelebró con sus principales discípulos, los apóstoles, fue o no una cena pascual al modo en que lo hacían sus compatriotas judíos, razón por la que vamos a ponernos a ello sin mayor dilación.
 
            Lo primero que se ha de señalar es que entre los judíos, aunque el día grande de la pascua es el 15 de nisán, la cena pascual se realiza la víspera, esto es, el 14, primer día de ázimos, primero de los siete que los judíos se han de abstener de todo alimento fermentado con levadura.
 
            Sobre la fecha en la que Jesús celebró la última cena con los apóstoles disponemos de un dato que es el único en el que, a los efectos, los cuatro evangelistas están de acuerdo: que su muerte se produjo un día de la preparación, esto es, un viernes, parasceve en griego...
 
            “Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado [...](Mc. 15, 42, acorde con Mt. 27, 62; Lc. 23, 54; Jn. 19, 31).
 
            ...en consecuencia con el cual, la última cena de Jesús con sus discípulos que tiene lugar la noche anterior a su muerte, se produjo necesariamente un jueves.
 
            Hasta ahí el acuerdo, porque a partir de ahí, ya nada coincide en un relato, el deJuan, y los otros, los de los Sinópticos. Y es que para éstos, Jesús celebra la comida de Pascua el primer día de ázimos, es decir, en la fecha de la cena pascual:
 
            “Llegó el día de los ázimos, en el que se había de celebrar el cordero de Pascua; y envió a Pedro y a Juan diciendo: “Id y preparadnos la Pascua para que la comamos”” (Lc. 22, 7-8; similar a Mt. 26, 17 y Mc. 14, 12).
 
            El 14 de nisán, pues. Lo que si bien hace el relato sinóptico, por lo que a la pascua se refiere, perfectamente acorde con lo que marca la Torah, tiene el inconveniente de que según él, la muerte de Jesús habría ocurrido un 15 de nisán, es decir, en plena pascua, con dos consecuencias inaceptables. Por un lado, la incompatibilidad del relato con la prohibición legal de los judíos de ejecutar a nadie en pascua. Y es que el solo contacto de un judío con un cadáver humano, como con toda claridad se expresa en el libro de los Números, lo convierte en impuro:
 
            “El que toque un muerto, cualquier cadáver humano, será impuro siete días” (Nu. 19, 11).
 
            Y la impureza, en inhábil para celebrar la pascua:
 
            “Yahvé habló a Moisés en estos términos: «Di a los israelitas: Si uno de vosotros o de vuestros descendientes se encuentra impuro por un cadáver, o está de viaje en tierra lejana, también celebrará la Pascua en honor de Yahvé. La celebrarán el mes segundo [es decir, un mes después, el de iyar, pues el de nisán es el primer mes del año judío, ver Exodo 12, 2] (Nu. 9, 10-11).
 
            Y por otro, la que representa el episodio de Simón de Cirene, quien como se sabe ayudó a Jesús a portar la cruz, el cual “volvía del campo”, cuando todo judío sabe que durante los días sagrados, -y el de la pascua es el más sagrado de todos-, el trabajo está estrictamente prohibido:
 
            “Ningún trabajo se hará en esos días” (Ex. 12, 16).
 
            Para San Juan en cambio, la cena se celebra un día antes. Y es que según él, el día en que Jesús fue crucificado, era día de “comer la Pascua” (Jn. 18, 28), ésto es, 14 de nisán, lo que implica que la última cena de Jesús con sus apóstoles no habría acontecido el 14 (día de comer la pascua), sino el 13. Lo que queda perfectamente expresado en estas palabras, pertenecientes también al Evangelio de Juan:
 
            “Antes de la fiesta [nótese la locución, ‘antes’] de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena [...]” (Jn. 13, 1-2).
 
            Avidos de coordinar los relatos sinóptico y joanesco, esto es la fecha en la que Juanseñala que se produce la última cena con el carácter pascual de dicha cena que señalan losSinópticos, varios autores han intentado aportar soluciones.
 
            Para unos, se trataría de una ruptura expresa de Jesús con la pascua judía, antecedente de todas las rupturas que habrían de venir luego culminadas con la completa emancipación del cristianismo frente al judaísmo del que procede.
 
            Para otros, se trataría de una simple diferencia de costumbres entre los judíos deJudea y los judíos de Galilea -Jesús, no se olvide, era galileo-, los cuales comerían la pascua el 13 de nisán. Se basan los que así piensan en el hecho de que Galilea, territorio bien diferenciado de Judea, no forma parte del núcleo duro del judaísmo, y sobre todo, en la fama de los galileos contemporáneos de Jesús de no ser excesivamente estrictos en lo que a la práctica religiosa se refiere.
 
            Para unos terceros, Jesús estaría celebrando la pascua al modo de los esenios, grupo judío que tras romper con el Templo, habría optado por adelantar algún día su celebración. Entre los signatarios de tal teoría, alguno tan ilustre como el Papa Benedicto XVI, quien en su Sermón del jueves santo 5 de abril de 2007, hace la siguiente afirmación:
 
            “El descubrimiento de los escritos de Qumran nos ha llevado a una posible solución convincente [sobre la discrepancia entre Juan y los sinópticos] que, si bien todavía no es aceptada por todos, tiene un elevado nivel de probabilidad [...] El [Jesús] celebró la Pascua con sus discípulos probablemente según el calendario de Qumrán, es decir, al menos un día antes. La celebró sin cordero, como la comunidad de Qumrán”.
 
            Como quiera que sea, a saber, que Jesús celebró una pascua de propia fundación, que celebró una pascua galilea, que celebró una pascua esenia, o que consciente de que el tiempo se acababa, simplemente no celebró la pascua sino una última cena con sus principales discípulos, hipótesis que no se ha de desdeñar, ese dato inicial, es decir, queJesús celebró la cena en cuestión un día antes del día de aquél en el que los judíos comían la pascua, es el que habremos de retener como válido para determinar la fecha en la que fue crucificado.
 
            Ahora bien, amigo lector, la secuencia normal de la Semana Santa aconseja dejar el tema para mañana, por lo que si decide Vd. volver a visitarnos, aquí estaremos gustosos para explicarle lo que sabemos, sometido, como siempre, a criterio más autorizado, entre los cuales, el de cuantos de Vds. deseen compartir con nosotros su opinión.

De la cena pascual -¿o no fue pascual?



 
            Me parecen las fechas pascuales en las que nos hallamos, las idóneas para entrar en una bella cuestión histórica cual es la de la fecha y año en que se produjo la muerte de Jesús. Y para ello, amigo lector, lo primero a determinar, -ya verá Vd. porqué-, es si lo que Jesúscelebró con sus principales discípulos, los apóstoles, fue o no una cena pascual al modo en que lo hacían sus compatriotas judíos, razón por la que vamos a ponernos a ello sin mayor dilación.
 
            Lo primero que se ha de señalar es que entre los judíos, aunque el día grande de la pascua es el 15 de nisán, la cena pascual se realiza la víspera, esto es, el 14, primer día de ázimos, primero de los siete que los judíos se han de abstener de todo alimento fermentado con levadura.
 
            Sobre la fecha en la que Jesús celebró la última cena con los apóstoles disponemos de un dato que es el único en el que, a los efectos, los cuatro evangelistas están de acuerdo: que su muerte se produjo un día de la preparación, esto es, un viernes, parasceve en griego...
 
            “Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado [...](Mc. 15, 42, acorde con Mt. 27, 62; Lc. 23, 54; Jn. 19, 31).
 
            ...en consecuencia con el cual, la última cena de Jesús con sus discípulos que tiene lugar la noche anterior a su muerte, se produjo necesariamente un jueves.
 
            Hasta ahí el acuerdo, porque a partir de ahí, ya nada coincide en un relato, el deJuan, y los otros, los de los Sinópticos. Y es que para éstos, Jesús celebra la comida de Pascua el primer día de ázimos, es decir, en la fecha de la cena pascual:
 
            “Llegó el día de los ázimos, en el que se había de celebrar el cordero de Pascua; y envió a Pedro y a Juan diciendo: “Id y preparadnos la Pascua para que la comamos”” (Lc. 22, 7-8; similar a Mt. 26, 17 y Mc. 14, 12).
 
            El 14 de nisán, pues. Lo que si bien hace el relato sinóptico, por lo que a la pascua se refiere, perfectamente acorde con lo que marca la Torah, tiene el inconveniente de que según él, la muerte de Jesús habría ocurrido un 15 de nisán, es decir, en plena pascua, con dos consecuencias inaceptables. Por un lado, la incompatibilidad del relato con la prohibición legal de los judíos de ejecutar a nadie en pascua. Y es que el solo contacto de un judío con un cadáver humano, como con toda claridad se expresa en el libro de los Números, lo convierte en impuro:
 
            “El que toque un muerto, cualquier cadáver humano, será impuro siete días” (Nu. 19, 11).
 
            Y la impureza, en inhábil para celebrar la pascua:
 
            “Yahvé habló a Moisés en estos términos: «Di a los israelitas: Si uno de vosotros o de vuestros descendientes se encuentra impuro por un cadáver, o está de viaje en tierra lejana, también celebrará la Pascua en honor de Yahvé. La celebrarán el mes segundo [es decir, un mes después, el de iyar, pues el de nisán es el primer mes del año judío, ver Exodo 12, 2] (Nu. 9, 10-11).
 
            Y por otro, la que representa el episodio de Simón de Cirene, quien como se sabe ayudó a Jesús a portar la cruz, el cual “volvía del campo”, cuando todo judío sabe que durante los días sagrados, -y el de la pascua es el más sagrado de todos-, el trabajo está estrictamente prohibido:
 
            “Ningún trabajo se hará en esos días” (Ex. 12, 16).
 
            Para San Juan en cambio, la cena se celebra un día antes. Y es que según él, el día en que Jesús fue crucificado, era día de “comer la Pascua” (Jn. 18, 28), ésto es, 14 de nisán, lo que implica que la última cena de Jesús con sus apóstoles no habría acontecido el 14 (día de comer la pascua), sino el 13. Lo que queda perfectamente expresado en estas palabras, pertenecientes también al Evangelio de Juan:
 
            “Antes de la fiesta [nótese la locución, ‘antes’] de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena [...]” (Jn. 13, 1-2).
 
            Avidos de coordinar los relatos sinóptico y joanesco, esto es la fecha en la que Juanseñala que se produce la última cena con el carácter pascual de dicha cena que señalan losSinópticos, varios autores han intentado aportar soluciones.
 
            Para unos, se trataría de una ruptura expresa de Jesús con la pascua judía, antecedente de todas las rupturas que habrían de venir luego culminadas con la completa emancipación del cristianismo frente al judaísmo del que procede.
 
            Para otros, se trataría de una simple diferencia de costumbres entre los judíos deJudea y los judíos de Galilea -Jesús, no se olvide, era galileo-, los cuales comerían la pascua el 13 de nisán. Se basan los que así piensan en el hecho de que Galilea, territorio bien diferenciado de Judea, no forma parte del núcleo duro del judaísmo, y sobre todo, en la fama de los galileos contemporáneos de Jesús de no ser excesivamente estrictos en lo que a la práctica religiosa se refiere.
 
            Para unos terceros, Jesús estaría celebrando la pascua al modo de los esenios, grupo judío que tras romper con el Templo, habría optado por adelantar algún día su celebración. Entre los signatarios de tal teoría, alguno tan ilustre como el Papa Benedicto XVI, quien en su Sermón del jueves santo 5 de abril de 2007, hace la siguiente afirmación:
 
            “El descubrimiento de los escritos de Qumran nos ha llevado a una posible solución convincente [sobre la discrepancia entre Juan y los sinópticos] que, si bien todavía no es aceptada por todos, tiene un elevado nivel de probabilidad [...] El [Jesús] celebró la Pascua con sus discípulos probablemente según el calendario de Qumrán, es decir, al menos un día antes. La celebró sin cordero, como la comunidad de Qumrán”.
 
            Como quiera que sea, a saber, que Jesús celebró una pascua de propia fundación, que celebró una pascua galilea, que celebró una pascua esenia, o que consciente de que el tiempo se acababa, simplemente no celebró la pascua sino una última cena con sus principales discípulos, hipótesis que no se ha de desdeñar, ese dato inicial, es decir, queJesús celebró la cena en cuestión un día antes del día de aquél en el que los judíos comían la pascua, es el que habremos de retener como válido para determinar la fecha en la que fue crucificado.
 
            Ahora bien, amigo lector, la secuencia normal de la Semana Santa aconseja dejar el tema para mañana, por lo que si decide Vd. volver a visitarnos, aquí estaremos gustosos para explicarle lo que sabemos, sometido, como siempre, a criterio más autorizado, entre los cuales, el de cuantos de Vds. deseen compartir con nosotros su opinión.
El Libro de Hechos dice:" 13:22 Quitado Saúl, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero.13:36 Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción".

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Lectura Qumrán Este es un archivo personal, resultado de seis años de investigación y recolección de información sobre el monoteísmo en sus tres grandes Ramas, cómo son el Judaísmo, Cristianismo e Islamismo, resaltando sus historias individuales,creencias y doctrinas y derivados de las mismas. .QUMRÁN en honor a las cuevas donde se hallaron Rollos originales de libros de la Biblia. Espero le sea útile el contenido del Archivo compuesto de ocho asuntos. Mapa Mapa Valle del Jordan Fotos del lugar

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