San Juan 8, 31 y 32
Ignorar las escrituras es un
forma de decir que no se ha comprendido su real propósito de develar al Dios
único y verdadero, en su naturaleza, poder y en lo que real mente espera de ti
y puede llegar ha realizar en ti.
Dios tiene su forma de actuar y revelarse,
como también de abordar, de proceder y afectar a los suyos; y en sus escrituras
están dadas las formas y a través de las cuales puede interpelarte (sino en la forma de sus
juicios), con que propósito; como además la condición para no errar al dejare
llevar por la opinión.
Israel y Judá erraron por la mala
comprensión (conocimiento) del libro (Pacto), y por ello se inclinaron a la
imaginación, remplazando a la Divinidad a semejanza de oro, plata, o piedra
(Hechos 17, 29 y 30); el errar las escrituras, llevo ha ignorar el verdadero
poder de Dios sobre la vida (Mateo 22, 29) y por la tanto ha especular sobre
los asuntos concernientes al más allá.
El ignorar la Palabra, opaca el
corazón, ciega los ojos y oscurece toda el alma (Efesios 4, 18); cuando El
quiere escribir en el corazón su voluntad para con los suyos (1 Co. 3, 1), y el
Señor espera que en la verdadera comprensión se acomode lo espiritual a lo
espiritual (1 Co. 2, 13)
El cambio de vida el cual espera
Dios de todos los suyos, es de acuerdo a las escrituras, es solo posible por la
obra de Cristo y la acción de poder del Espíritu Santo, y sin embargo en este y
fundamental aspecto, algunos lo ignoran (comprensión), y quieren motivar la
renovación a través de un infundido temor (de temblar y no de reverencia): No
manejes, ni gustes, ni aun toques, ellos
tiene valor para quien así le da un duro trato a su cuerpo o se pone carga,
pero en realidad no afectan o transforman tus apetitos carnales, y eso es errar
las escrituras en el verdadero propósito de El para contigo (Col. 3, 9 y 10).
Por ignorancia de las escrituras
se enseña que Dios hace en el creyente un cambio inmediato, y se quiere
precipitar con el método de la
prohibición e ignorar presencia, poder y efectividad del
Santo Espíritu en quien ha decidido entregar por completo su voluntad al
Señor y que Cristo ahora viva en él (Romanos 8: 1, 8, 9, 13, 15 y 27); no será
posible alcanzar la perfección en este mundo, pero tampoco el Señor admite la
perversidad, la corrupción e inmoralidad, él espera un pueblo apartado (santo)
y consagrado a Él, esa es en don palabras de lo que Dios espera de los suyos, y de lo demás se encarga Él
(Tito 3, 4 al 7).
Se ignoran las escrituras cuando
no se admite que el cambio es desde el interior de cada uno, y no desde el
exterior; y la exterior solo sirve para evidencias la que ahora se vive para el
Señor.
Siervo Roberto Fonseca Murillo