La
mejor unidad de los cristianos debe estar dada por la acción del Espíritu Santo, abriendo los
corazones, hacia la senda de la confianza y la comunión (1). Solo el Espíritu
Santo es la verdad exaltada y necesaria dentro de los límites espirituales y
quien permite superar los meros esfuerzos personales. El Espíritu Santo se ha
comunicado al cuerpo de Cristo, el cual está compuesto por piedras vivas y su
accionar no es disposición de otros, es voluntad suya el hacer. Se debe estar abierto a la
voluntad del Espíritu, él quiere escribir en los corazones la voluntad de Dios
y de ser así, estará posibilitando la unidad en virtud de su capacidad de
influencia en las piedras vivas.
“Jesús
es la cabeza que la nutre y la guía” (2), y ayuda al cuerpo. Como cuerpo la iglesia a pesar de sus
diferencias es unidad; y para ser unidad, debe verse como una realidad espiritual. Como cabeza, el
espíritu del Señor une en su obra pascual, como el cordero de Dios que murió
por todos, para por su sacrificio otorgar
la posibilidad de perdón, por el
amor del Padre y del mismo Hijo encarnado. Por amor Cristo se entrego a si
mismo por su Iglesia para santificarla y busca por la Palabra de los Apóstoles
su purificación. La Iglesia espiritual
para poder recibir su guía, debe estar continuamente sujeta
a su santa voluntad.
Un
cuerpo tiene diferentes particularidades y todas tienen dignidad y decoro para Dios; y todos son la unidad
del cuerpo de Cristo en su particularidad. Cristo como cabeza de la unidad no quiere desavenencias, sino
amor en que todos los miembros se preocupen los unos por los otros, se
gozan o se duelen juntos; y es su “amor
sacrificado dador de una nueva vida,” vida hacia la confianza y comunión. Sin
una nueva vida no hay ni habrá superación de conflictos entre los diferentes
miembros. Solo la comunicación de amor por Jesucristo y por el Espíritu Santo,
da la unidad y está se logra por la oración juntos.
Se
debe estar en camino de la obtención de la vida más verdadera porque;” Dios nos
sorprende continuamente con su amor y con su misericordia,” y para ello se debe
estar consiente de la obra pascual, en la que Él mismo es la Alianza. Él mismo
es la Vida y la Resurrección (….). En Jesús Dios nos dona la vida eterna, la
dona a todos, y todos gracias a Él.”
Todos
los miembros del cuerpo de una u otra manera se benefician de la nueva vida, no
por temor infundido, sino por un cambio de corazón y vida. La espiritualidad
afecta el interior, es decir los apetitos y deseos continuamente, y esos
cambios se muestran exterior mente en la caridad o bondad hacia todos los
hermanos, y eso es obedecer en el corazón los dictados de Dios, y dejar que Él
viva su vida de amor en el alma, y así
surge “la verdadera relación unos con otros y todos participan en la formación
de un solo cuerpo vital” (3) en el Espíritu.
La
unidad es espiritual por ser un acercamiento con la invocación del espíritu del
Señor, saborear de su vida resucitada, haciendo de su amor y de su fidelidad
una experiencia la cual “enciende como un fuego en nuestro corazón.” El fuego
consume toda escoria. Y todo lo cual no corresponde a las enseñanzas de los
Apóstoles y la verdadera y eterna Roca, Cristo. La fidelidad al amor es asunto
de la Palabra y del Santo Espíritu, “sí Dios es fiel y ama (…). Él es fiel para
siempre, y espera a cada uno de nosotros, nos acompaña a cada uno de nosotros
con esta fidelidad eterna,” fidelidad en vida a su iglesia como piedras vivas y
como cuerpo espíritu.
“El
amor el amor que San Pablo coloca por encima de los carismas” (3), para crecer,
para superar las diferencias, y es el principio y motivo de toda conducta ante
Dios y los miembros de su cuerpo. Sin el amor nada es como debe ser ante Él, y
nada es en la Iglesia en el espíritu, y de ninguna utilidad para una unidad, y
es el énfasis directo e indirecto sobre el amor dado por el Papa Francisco: La
única fuerza de la unidad, es la del amor. “Siempre profundamente unidos a
Cristo (…). No hacer sufrir el cuerpo de la Iglesia con nuestros conflictos,
con nuestras divisiones (…). La unidad es superior al conflicto” (5).
El
amor verdadero es reposado y no admite el desagrado ni tiene en cuenta los
agravios, las separaciones, el aislamiento y el rencor; es interioridad y
lealtad. Por amor no admiten las injusticias y se goza de la verdad. Es el amor
dado en el Espíritu el que protege y
soporta, sin despreciar en procura para
su bien al mismo cuerpo de Cristo. El amor puesto en los corazones por Dios, es
el verdadero que cree y se sostiene por la doctrina de los apóstoles y las
enseñanzas compartidas, las cuales se creen bajo esperanza y seguridad
impartidas por el mismo Espíritu Santo, quien guía y alimenta la fidelidad a
Cristo
Cuando
hay evidencia de conocer las escrituras, las hay también de conocer la voluntad
de Dios. Las enseñanzas de Él deben permitir conocer su moral la cual inspira
temor o reverencia a su voluntad y su Espíritu, es obrar en su voluntad y su
voluntad es sabiduría y es inteligencia; y ser impulsado a realizar actos de
amor. Es andar en la verdad que sostiene bajo su designio y propósito, es estar
en el verdadero camino de vida y en la esperanza de posición de “una vida más
verdadera que esta.”
La vida de cada creyente en su diversidad,
debe estar enmarcada dentro del respeto y la dignidad. La preocupación por las
amenazas externas de cada iglesia
particular, es un testimonio de la percepción y del entendimiento de la
voluntad de Dios revelada en los hechos mismos, y los cuales exigen de cada
cual lo que corresponde; y por tal razón, siempre que “existan hombres y
mujeres, de cualquier religión” (6)
condiciones de “menoscabos” no debe haber descanso. El Espíritu y
la Palabra, afectan la mente, y de ello
depende la identificación con las situaciones contrarias a sus propósitos y el reconocerlo
en el verdadero plan para la redención y salvación, no dará lugar a la resignación.
El
respeto y la dignidad otorgadas a las legitimas Iglesias particulares (….), es
admitir que “esta variedad es necesaria para la unidad.”(7) La razón o
entendimiento no puede estar fuera de lo espiritual, es una de las razones por la
cual se debe expresar el tema de la unidad en el Espíritu; solo esta tarea de
la unidad puede ser guiada por el
Espíritu Santo: “Alimentando su fidelidad a Cristo, a la Iglesia universal (…)
no pocas veces hasta el martirio” (8).
Por.
Roberto Fonseca Murillo
Revista
del Seminario Mayor “San Pedro Apóstol” de la Arquidiócesis de Cali. No. 20-Año
18 – 2014- Cali, Colombia