1 Corintios 15, 55a
La muerte es de lo más temido por muchos. Todos nacemos
muriendo o condenados a muerte, es la vida una continua exposición a morir. Como se dice en el Oriente Medio,
tenemos siempre puesto el velo de la muerte (Isaías 25, 7). No hay duda alguna
de tener presente el ya llamado aguijón de la muerte que nos quiere precipitar
al abismo o Seol (1 Co. 15, 55); siempre está continuamente irritando y
urgiendo nuestras vidas con enfermedades y dolencias. Ahora bíblicamente, el
cuerpo también es importante para el alma como su morada y medio de vérselas,
con la diferencia que el primero es principio de corrupción (moreth) o muerte
espiritual (concupiscencias,Rm 6, 12), denominado carne (sarka); así entonces,
hay una muerte en vida la cual debemos afrontar, y es la muerte al pecado para
vestirnos de lo incorruptible o de lo inmortal y entonces convencidos en fe,
sólo dormiremos para resucitar para
vida eterna.
La victoria sobre la muerte fue alcanzada por Cristo en su
resurrección y de lo contrario, nuestra
fe fuera vana y aún vivimos en el pecado y lo expresado sobre el vestirnos de
incorrupción e inmortalidad, son palabras vanas (1 No. 15, 17). Con la
resurrección, Cristo obtuvo o confirmó su poder o autoridad sobre la muerte y es primicia y
esperanza para nosotros; la muerte está bajo su voluntad y él ahora vive por
los siglos de los siglos y debo esperar en su victoria, en su “acto de cruz” y “sobre el Seol” (Gá. 5, 4).
Una vida fuera de la esperanza y del ánimo de la fe en
Cristo, está en camino a una muerte eterna o a una resurrección a castigo
eterno; el problema no es la muerte en sí, porque todos hemos de morir algún día;
es el estado en el cual muramos ante Dios. La muerte física es una real
posibilidad por afrontar y antes de morir es sabio, saber elegir entre el vicio
de pecar continuamente o la virtud en Cristo, gracias a su muerte y
resurrección, de obtener su perdón y una nueva vida de victoria sobre la
muerte; en Cristo, llenando a plenitud tu cuerpo (Ef. 2, 1 y Stg. 1, 15).
Vencer el pecado es vencer la muerte. El morir definitivamente, es habernos sorprendido en la miseria más
extrema, en la desviación de la línea de equilibrio dada por Dios (Ef. 2, 5 y
6).
La victoria sobre la muerte es un regalo de Dios Padre en su
Hijo Cristo y su invitación es ha una constante búsquedas de su llenura y poder
en oración, lectura de su Palabra, velando y ayunando; firmes o fuertes,
constantes o sentados en él y obedeciendo o creciendo en sus propósitos o
designios trazados para mi vida. No nos sorprenda la muerte viviendo como si
Cristo ya todo lo ha hecho por nosotros y nada demanda de nuestra parte: santidad,
justicia y amor; sus santas palabras escritas son ineficaces, vacías e estéril
y nada indispensable pide a cada uno de nosotros (1 Co. 15, 58).
Algunos nos legaron un Evangelio pasivo y muerto en el Espíritu
de Dios.
Siervo de Dios por su misericordia para mediar en la
restauración de la verdadera Iglesia en los últimos tiempos y “ya”
Esta “entre nosotros.” Hay voces
levantadas en entre nosotros bajo la unción del Santo Espíritu, hablando un
mismo idioma y sin distingo de raza o étnea, idioma o cultura y más aún, sin distingo
de las ramas cristianas. Dios prepara un pueblo para venir a llevárselo o
llamarlos en conformidad con su voluntad.
Despiértate de entre los muertos
y te alumbrará Cristo Efesios 5, 14.
Amén nnnnnnnnnnnnnnnnn.