JUECES 9, 14 AL 22 Y JOSUÉ 24, 14 AL 16
Integridad es una de las demandas del Señor a sus hijos, y
vaya que seria que es dicha palabra. Ser integro es una equivalencia entre lo
que se piensa, se expresa y se obra; es el
evidente y observable cumplimiento del deber ser y hacer que viene de Dios; el deber cumplido; la
integridad se evidencia por las buenas obras, de la cual algunos no les gusta
hablar, por confundirlas como obras para salvación y no como fruto de salvación.
El integro no se vale de las palabras lisonjeras, ni de los cumplidos, ni de los halagos, y
menos de las adulaciones para granjearse el aprecio y respeto de los demás; son
sus acciones, disposiciones y actitudes, sus adornos en el cuello; y proceden
por lo tanto siempre bien, y son justos al pagar a cada cual conforme a sus
obras (no profesan el falso amor enseñado actualmente por algunos). La
integridad tiene y aporta favores de continuo a quien la profesa. La integridad
no puede ser una zarza, quien pudiera dar sombra, y paralela mente punzar con
sus espinos.
La integridad es el resultado de una sincera y profunda
decisión de entrega de la voluntad y obediencia al Señor; es el camino efectivo
de la perfección (Salmo 101, 29). La energía que la integridad puede aportar a
su vida espiritual, depende del corazón (Salmo 101, 2b). La integridad debe ser moral, también
personal, como supremamente espiritual.
SIERVO ROBERTO FONSECA M