Es el Espíritu santo da testimonio o recuerda
a nuestra conciencia las enseñanzas de Jesús, de tal manera e impacto que suscita
cambio de pensamiento, generando nuevos principios o fundamentos para obrar o
actuar en conformidad con lo agradable, bueno y perfecto delante del Señor
(Romanos 12, 1 y 2); y así se puede afirmar que realiza en el creyente la santificación
(1 Corintios 6, 11). Para quien no conoce el lugar del Santo Espíritu en la Salvación con todas sus implicaciones,
todas las demandas de Dios Padre se le tornan cargas, por lo limitado de sus
fuerzas y posibilidades e ignorancia de
quien puede ayudarlo a su favor (Romanos 8, 26); y la palabra ayuda en el
griego es, synanti lanbraetai: syn,”juntos”; anti, “contra”; lambanonai, “sostener”
o “ayudar”; y es, dos personas llevando una misma carga.
Sino reconoce su debilidad e
imposibilidad de superar la carne por sus propias fuerzas, y admite su
existencia, su naturaleza y posibilidad de ayuda; está viviendo una buena vida
religiosa, pero no aceptando sus deberes como cristiano:”No hay mortal que sin
la ayuda Divina pueda llegar hacer cristiano”; hay muchos religiosos con biblia,
pocos cristianos afectos por las enseñanzas de la biblia (Romanos 6, 14).
Sin la debida interpretación de las santas
escrituras a la luz del Santo Espíritu (2 Pedro 1, 20), las mismas no pueden librarte
de lo que Dios espera, seas librado totalmente: disoluciones, desenfrenos y
todo deseo de la carne. Solo entendiendo la voluntad del Señor en obediencia al
Santo Espíritu se le facilita y posibilita su obrar (Gálatas 5, 16). Tomar el
camino espiritual, es dejar que el Santo Espíritu more y gobierne la vida; y
ser lleno del Espíritu es el resultado de andar, siendo controlado y guiado por Él, y sembrando
la semilla de su fruto (Gá. 5, 22 – 23).
Solo el Santo Espíritu puede
inducir sobre el verdadero origen del bien y sobre el cual se puede proceder
como principio bíblico y base; y observando o sintiendo como una fuerza o corriente la
cual ampara e impide tender fácilmente al mal, sin importar la distancia de
quien empele o excita o su poder sobre el pensamiento; no hay duda, sobre uno
de los pilares sobre el cual es posible sostener y viabilizar el nuevo
nacimiento, y ese el Espíritu Santo.
Siervo Roberto Fonseca Murillo