El cristiano siempre esta expuesto a la muerte o espiritual
o física, provocada en cualquier manera y en diferentes formas. Por lo
escuchado y observado, estamos expuestos a muertes como las siguientes:
La muerte moral. No siempre las acciones o posiciones
personales son tomadas o entendidas de acuerdo a la verdadera intensión del
protagonista y por ello siempre se corre el riesgo de despertar en otros la
bondad o la malicia. Siempre debe existir en nosotros una inclinación de
sencillez y pureza de afecto hacia a los demás y así se evitara dar muerte
moral a otros sin una verdadera razón de hecho.
La muerte espiritual. Las actitudes y acciones licitas para
un determinado contexto social
o cultural, pueden ser ilícitas dentro de lo permitido por una comunidad
cristiana y por lo tanto se corre el
riesgo de ser calificados de carnales. Ante el riesgo mencionado, siempre
debemos tener presente la posibilidad de discernir la intención de nuestras
acciones ante la posibilidad de a veces ser respetados y otras veces
menospreciados.
La muerte anímica. El desamino es lo más frecuentemente entre
los cristianos en la actualidad. Las personas buscan en forma constante alicientes
para su vida, por las circunstancias vividas y una de las fuentes para el logro
de lo deseado, es la emotiva, la cual despierta la disposición o energía,
recibir valor, esperanza y seguridad; no es un mero asunto de oír y escuchar,
sino ante todo de sentir, es por ello que es la época de la emotividad. Ante la
realidad mencionada de la actualidad, se
debe reevaluar a la luz del Santo Espíritu nuestras acciones, disposiciones,
como opiniones sobre lo cultual o litúrgico,
venidas en ovaciones más por pareceres
personales que por contexto bíblico. Con sabiduría podemos demandar avivamiento
de la obra de Dios “en” y en medio de nosotros,
efectuado por su Santo Espíritu; gracias a una búsqueda sincera del
Señor y buscando ser preservados por Dios en lo santo, recto y útil para
Él, bajo su Gracia y Salvación.
El Ánimo dado por el Espíritu del Señor significa vida y por
lo tanto recibir, valor, vitalidad, la capacidad de logro y de hacer para Dios
en Dios; y todo lo contrario será la muerte lenta y la desolación y por las dudas cerciorase.
Orar y orar; velar y velar; ayunar y ayunar; el Señor
Ilumina a los que le buscan y aprestan sus lomos para la batalla; les sentará
en su mesa y les servirá constante alimento y serán siempre felices en medio de
cuales quiera circunstancia que el Él permita y les guardará y les librará en
medio de los tiempos.
La verdadera Iglesia guiada y guardada por Dios no
frecuentara ninguna de la posible muerte mencionada.
Palabra de Dios………
Siervo.