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El psuquikós, “guiado por los meros sentidos” (Stg. 3,, 15 y Jud. 19)., o “natural” o adámico, no conoce en su propia vida el nuevo nacimiento o regeneración (Jn. 3: 3 y 5). El hombre o mujer natural puede ser un erudito, apacible, elocuente y fascinante, pero no puede percibir, ni podrá comprender el sentido profundo de las sagradas escrituras y en éste estado las palabras de las sagradas escrituras le serán siempre locuras (1 Co. 2,14). Su máxima distinción es la frialdad e indiferencia hacia Dios y sus semejantes; y siempre tiene en sus labios los argumentos y racionalizaciones para auto justificar su posición ante Dios, y ante la iglesia.
No deben confundirse, con los que cambian su uso natural y se extravían ante Dios (la mentalidad judía identifica y lo expresa por igual, permitir con aprobar, como aparente supresión de la libertad de decisión del hombre en ciertos actos morales, comparé Romanos 1:27, con Romanos 1: 28), y tienen por ende una mente reprobada; y como entienden el juicio de Dios, son dignos de muerte; y no existe derecho para juzgarlos, entre tanto no se tenga autoridad moral para hacerlo (hacer lo mismo), más bien, te condenas a ti mismo (Ro. 2: 1 al 6)
El sarquikós, “carnal”, es aquel renovado exteriormente que anda según la carne: Cristo y Espíritu Santo no son sus guías y vivencias (1 Co. 3: 1 al 18) ; viven de acuerdo a su parecer y asimilan las escrituras de acuerdo a su propia conveniencia (1Ti. 4:1,2 y 6: 1 al 5); los padecimientos, sufrimientos y pruebas en y por Cristo les parecen castigo y no para bendición, lo cual le permite vivir engañado, 2 Ti. 1: 10 al 18; 2: 10 al 13. Y 3: 10 al 12; Amadores de los deleites más que de Dios, 1 Ti. 3, 4. Su máxima distinción es tendencia a la disensión y división en la iglesia o comunidad, en la cual se encuentra desafortunadamente “están siempre aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad”.” 2 Ti. 3, 7; les queda por entender en la practica, “que es ir muriendo a la carne e ir viviendo para Dios”
El pneumatikós, “espiritual”, es aquel en plena comunión con Dios (Ef. 5: 18 al 20), el que ha sido regenerado, palingenesia, es una “nueva criatura”, vive una plena relación con Dios o en completo desarrollo, crecimiento hasta la madurez en piedad (temor a Dios) o vive ahora el nuevo nacimiento (no impecabilidad, no agota la posibilidad que está en proceso; puede pecar pero no practica el pecado (Ef. 4: 11 al 15), le permite al Espíritu ir renovando y regenerando, como una acción continua, Tito 3, 5. Esta lleno del Espíritu y anda en el Espíritu en su vida total
Su máxima distinción es su inclinación al amor sacrificial con todo su ser por Dios y por sus semejantes; y esto sólo es el resultado de una vida sometida a Dios y guiada por el poder del Espíritu Santo.
Siervo. Roberto Fonseca Murillo.
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