Lo que conocemos comúnmente como don de lenguas es un don por medio del cual se expresa, con sonidos ininteligibles, la devoción que una persona no puede poner en palabras.
Este tipo de lenguas pueden ejercerlo una o varias personas de manera simultánea en una comunidad. Mientras unos alaban en lenguas, otros pueden alabar con palabras vernáculas o cantar. Es un don muy sencillo, por el cual el Espíritu Santo nos asiste en la oración y muchas veces viene en
ayuda de nuestra flaqueza, ya que no sabemos orar como nos conviene más, pero el Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos inefables ante Dios, ya sea orando en lenguas en voz alta si ello no provoca distracción entre los demás miembros de la comunidad, en cuyo caso es preferible orar en lenguas pero en silencio. En la oración en lenguas no se utiliza el intelecto para formular el lenguaje, ya que éste se absorbe en adoración.
La glosolalia o don de lenguas no debe circunscribirse solamente a la oración personal, sino que en ocasiones puede también estar presente en los cantos de alabanza, tal como nos enseña San Agustin:
“Mas he aquí que Dios te sugiere la manera en que has de orar y cantarle. No te preocupes por las palabras, como si estas fuesen capaces de expresar lo que deleita a Dios. Ora y canta con júbilo; esto es lo que agrada a Dios, lo que se hace con júbilo. Es darse cuenta de que no podemos expresar con palabras lo que siente el corazón. En efecto, los que cantan, ya sea en la siega, ya en la vendimia o en algún otro trabajo intenso, empiezan a cantar con palabras que manifiestan su alegría, pero luego es tan grande la alegría que les invade que, al no poder expresarla con palabras, prescinden de ellas y acaban en un simple sonido de júbilo. Y el júbilo es un sonido que indica la incapacidad de expresar lo que siente el corazón. Y este modo de orar y de cantar es el más adecuado cuando se trata del Dios inefable. Porque, si es inefable, no puede ser traducido en palabras. Y si no puedes traducirlo en palabras y, por otra parte no te es lícito callar, lo único que puedes hacer es orar o cantar con júbilo. De este modo el corazón se alegra sin palabras y la inmensidad del gozo no se ve limitada por unos vocablos” (Salmo 32, Sermón 1, 7-8).
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