Por otra parte, en la Iglesia Católica la palabra maranatha (Ven, Señor Jesús) se ha vuelto una fórmula de anatema muy solemne, por medio de la cual el criminal es excomulgado, abandonado al juicio de Dios, y rechazado del seno de la Iglesia hasta la venida del Señor. Un ejemplo de tal anatema se halla en estas palabras del Papa Silverio (536-538): “Si en lo sucesivo alguien engaña a un obispo de tal manera, sea anatema maranatha ante Dios y sus santos ángeles”.
El Papa Benedicto XIV (1740-1758) cita el anatema maranatha formulado por los Padres del Cuarto Concilio de Toledo (633) contra los culpables del crimen de alta traición: “El que ose despreciar nuestra decisión, que sea golpeado con anatema maranatha, es decir, que sea maldito en la venida del Señor y que tenga su lugar con Judas Iscariote, él y sus compañeros. Amén” (De Synodo Dioecesana X, i).
Hay mención frecuente de este anatema maranatha en las bulas de erección de las abadías y otras edificaciones eclesiásticas. Aún así, el anatema maranatha es una censura y el criminal puede ser absuelto si existe un verdadero arrepentimiento. Aunque es entregado a Satanás y a sus ángeles, la Iglesia, en virtud del Poder de las Llaves, puede recibirlo de nuevo a la comunión de los fieles. Es con vista a dicho propósito que la Iglesia toma medidas tan rigurosas contra él, para que por la mortificación de su cuerpo, su alma pueda salvarse el último día. La Iglesia, animada por el espíritu de Dios, no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Esto explica el por qué de las muy severas y terribles fórmulas de excomunión y anatema que, conteniendo todos los rigores del Maranatha, tienen como regla general cláusulas como esta: “A menos que se arrepienta, dé satisfacción y se corrija”.
¿No eres tú, oh Dios, quien nos rechaza,
Y no sales al frente de nuestras tropas?
Ofrécenos ayuda contra el adversario,
Que es vano el socorro del hombre.
¡Con Dios haremos proezas,
Él machacará a nuestros adversarios!
Salmo 108 (107)
“Y no habrá ya maldición alguna; el trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad y los siervos de Dios le darán culto”
(Apocalipsis 22:3)
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