La verdadera adoración tiene dos implicaciones, las cuales se expresan con el cuerpo y con los labios; y estos demandan ante Dios mismo su correspondiente acción, la cual demuestre que lo profesado se hace efectivo en mi
vida diaria mediante mis acciones, disposiciones y actitudes (conducta basada en la enseñanza):
Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado Isaías 29, 13.
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