El más grande milagro que confirma el poder de Dios a los hombres, es la conversión de un alma y dedicarla a su servicio. Es que la palabra de Dios es y debe ser como una antorcha que alumbra en medio de las tinieblas, o más claro, la palabra es como la voz del cielo proclamada y efectúa la milagrosa transformación de una persona y es una evidencia segura de la verdadera profecía revelada. La máxima confirmación la dan las mismas vidas tocadas por el poder de la palabra; es como la luz de la aurora , que va en aumento hasta que el día es perfecto o sale la estrella de la mañana y debo siempre guardarla hasta que duerma o venga el juicio final; eso es verdadera doctrina, la que conduce a el encuentro verdadero del lavamiento, de la regeneración, por la renovación en el Espíritu Santo; sentirse justificado por la fe en Cristo, ocuparse de buenas obras (no diezmos) y guardarnos en esperanza de la vida eterna (buenos frutos, proclamación y multiplicación), por la doctrina del Dios vivo que permanece para siempre en nuestros corazones, por la doctrina del evangelio que nos ha sido predicado ( no por invención humana), por personas separadas del mundo (fuera de la sabiduría humana y rudimento del mundo), y
bajo la influencia del Espíritu santo, interpretando espiritual mente las santas escrituras.
La humildad debe ser una característica de quien debe y espera recibir de parte de Dios la verdadera revelación de su palabra. La actitud humilde por lo tanto es imperativa en todo intérprete de la Biblia; es importante también un espíritu de reverencia ante la revelación divina y procurar por lo tanto no sujetarla a nuestro juicio (intelectualismo o incredulidad).
bajo la influencia del Espíritu santo, interpretando espiritual mente las santas escrituras.
La humildad debe ser una característica de quien debe y espera recibir de parte de Dios la verdadera revelación de su palabra. La actitud humilde por lo tanto es imperativa en todo intérprete de la Biblia; es importante también un espíritu de reverencia ante la revelación divina y procurar por lo tanto no sujetarla a nuestro juicio (intelectualismo o incredulidad).
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