La cuaresma es un término
familiar para las Iglesias históricas en sus ramas: Iglesia Católica, Iglesias
Ortodoxas y las Iglesias Reformadas (Anglicana, Luterana y Presbiteriana de
Escocia. En Suiza fue el Calvinismo diseminado en Europa y en particular
Francia, fuera de Suiza)
La cuaresma son cuarenta días a
partir del Miércoles de Ceniza (Ec.12, 7) como inicio de la cuaresma, debe
abarcar seis domingos terminando en la semana santa (día de Ramos). Dios siempre
se propone el bien para los suyos en “cosas, palabras y designios” y lo definimos, poder y
bondad de Él. Las tentaciones de Jesús en el desierto simbolizan las inclinaciones más frecuentes
del hombre y la mujer: 1. Desconfianza de la provisión de lo necesario por Dios (Mt. 4, 3). 2.
Desconfianza de la conducción de
nuestras vidas por el Señor (Mt. 4, 6). Y
3. Desconfianza por falta de humildad ante Él (Mt. 4, 9).
El desierto nos prepara para
saber asumir las tentaciones dadas por el mundo de pecado cuando con sus estímulos
mundanos en medio del hambre, la escasez y la ambición, nos quiere llevar a buscar
nuestros propios caminos, impulsados por los pareceres personales y los
rudimentos del mundo y no según Cristo (Col. 2, 8). La cuaresma es una
invitación a la reflexión sobre: 1. La confianza a la providencia y el sostén
divino (Mt 4, 4). 2. Omitir la vana presunción de actuar sin temor a Dios y medir sus ruinosas consecuencias (Mt. 4, 7). Y 3.
Confiar plenamente en el Señor de mi vida y adorarlo y lo demás vendrá por su
añadidura (Mt. 4, 10 y Mt. 6, 33).
Las cuaresmas son formativas de
un buen espíritu o disposición de convicción,
obediencia y sumisión al Dios Trino.
Moisés fue llevado al desierto por el Señor (Ex. 2, 15) y lo preparo en medio
de las limitaciones del mismo, a soportar el fuego que purifica de parte del Altísimo
y nos lleva a una plena confianza en su providencia; era el Omnisciente
formando al profeta y líder de un pueblo (Ex. 14), para atravesar ese mismo desierto. San Pablo
fue también al desierto de arabia, para así ser preparado por Él y asumir
debidamente su santo ministerio (Gá. 1, 17).
Los desiertos nos indican lo malo
de la desconfianza en Dios, de la miseria de la presunción y de las nefastas
consecuencias de la ambición; los desvíos ante el Señor por la idolatría, al rendirle homenaje al mismo hombre y tomarlo por el lugar del Todopoderoso. Los desiertos
afianzan el espíritu en el Espíritu de Dios y sacrifican la carne en sus deseos
e inclinaciones (Rm. 12, 1). Las tentaciones no son pecados en cuanto se
resistan y nos enseñan: 1. No se está exento de su pretensión (1 P. 5,8). 2. La
mejor arma ante ella es la Espada de la Palabra (Ef. 6, 17). Y 3. NO hay tentación irresistible con Dios
favorable (Stg. 4, 7).
Dios nos llama a desarrollar o
acrecentar nuestra vida espiritual y los momentos de oración, ayuno y vigilia o
velar, serán favorables a nuestros intereses espirituales, los cuales se afianzaran con las pruebas y las circunstancias
aparente mente desfavorable, dentro de las cuales el Señor dará una fiel
resistencia y victoria en la medida de
la entrega y preparación para recibir siempre su socorro, fortaleza y su consuelo.
La cuaresma, son cuarenta días
para recordar que en medio de nuestras debilidades (físicas y espirituales), la
intranquilidad (ansiedad, desanimo e impaciencia), en medio de la comunicación sutil
del mundo y el cumplimiento del deber con los nuestros, no podemos, ni debemos
olvidar las promesas del Misericordioso de proteger y sostener a sus siervos,
los cuales cumplen sus deberes en el camino en el cual El nos ha puesto y con la convicción, que es el camino seguro
aunque tenga sus desiertos.
Prepárate para la semana santa, la cual Dios espera, sea siempre
posible vivir bajo la entrega, sacrificio, muerte y resurrección del Cordero
Inmolado.
Siervo, Roberto Fonseca M.
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