Hechos 7, 19.
La Septuaginta traduce en algunas ocasiones “usando de astucia,” lo que en hebreo equivale a “tratemos con prudencia”. La “astucia y engaño,” según contiene la expresión equival
ente al griego y que por más evidente que se quiera hacer aparecer su equivalencia en el hebreo, no la es. Un asunto es la habilidad para engañar, y otra muy diferente, la reflexión para actuar; y es evidente, la prudencia es un dictado de Dios (Pr. 3, 5), y el engaño no lo es, véase Gn. 27, 35: “Vino tu hermano con engaño.” Dios no puede aprobar algo que aborrece, y eso es, a los hombres hipócritas (seaphim, salmo 119, 113). Cuando la santa Palabra rechaza la falsedad, es por que la falsedad no puede trazar nuestro camino y menos hacer parte de la línea de conducta que debemos seguir y menos de las ordenes de Dios que debemos observar (Salmo 119, 118).
La astucia es para la sabiduría humana lejos de Dios y la prudencia es parte de la sabiduría que viene de lo alto; y Dios nos llama a ser, prudentes (no astutos) y sencillos en medio de lobos. El que es llamado a predicar el evangelio, lo es también a vivir en un constante esfuerzo y frecuentes sufrimientos (S. Mateo 10, 16).
El problema de traducción en ocasiones de la Septuaginta, es más evidente a nosotros, cuando se toman citas en el Nuevo Testamento del Antiguo Testamento. Quiero dejar con ustedes, un proverbio; así en Shir hashirim Rabba, fol. 16: “El santo y bendito Dios dijo a los israelitas: Seréis para conmigo rectos como las palomas; pero para con los gentiles seréis astutos como serpientes.”
Siervo.
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