Saúl y sus hijos murieron en batalla contra los filisteos,
mataron a Jonatán, a Abinadab y a Malquisúa, hijos de Saúl en el monte de
Gilbao. Y los filisteos les cortaron las cabezas y colgaron sus cuerpos en el
muro de Bet-sán. Al enterarse los de Jabes de Galaad del hecho, fueron y
bajaron los cuerpos del muro; y los quemaron en Jabes y luego tomaron sus
huesos, y los sepultaron debajo de un árbol en Jabes, y ayunaron siete días. Y
al saberlo David, rasgó sus vestidos junto con sus hombres y lloraron y
lamentaron y ayunaron hasta la noche, por Saúl y Jonatán su hijo, y por el
pueblo y la casa de Israel Y endechó David a Saúl y a Jonatán con una endecha (1
S. 31, 2, 8, 10 al 13; 2 S. 1, 11 y 12; 1, 17). En verdad David era conforme al
corazón de Dios, noble y humilde y fue fiel a su amigo Jonatán, hasta su muerte,
y respeto siempre el ungimiento de Saúl. Lo único que puede darle verdadero
valor y sentido a una amistad como la Jonatán y David, son los valores emanados
de Dios y de nosotros mismos el temor hacia Él. Las circunstancias en sus
diferentes matices, son las que miden o
afirman la autentica amistad. Dios nos asista siempre para ser ejemplo de ello
a otros. Ser amigo es hacer todo el bien, dice el canto y creó, que es bueno
saber amar.
Siervo.
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