1. Co. 7, 1 AL 40; Ef.5, 21 al 33 y Col. 3, 18 y19.
Lo mejor es casarse en el Señor y no por la mera ley, sino por amor ágape ( sacrificial de lo mio, por el bien del otro); y desde el principio encolar el matrimonio con aspectos que nos pueden unir por siempre: como buscar juntos al Señor y servirle unidos; admitirlo siempre como el compañero o compañera que Dios me dio;las decisiones tomarlas en mutuo acuerdo bajo la dirección del Señor;tener siempre una disposición de comprensión y perdón, trazar planes mediatos juntos; apoyarse en la búsqueda de la superación y realización mutuamente; no permitir la competencia o el egoísmo entre la pareja, los logros del uno, son los logros del otro; una comunicación constante de conformidades e inconformidades y entre otros, evitar la infidelidad la cual es la señal de inconformidad sin superar (hay infidelidades que lo son por inclinación a ello). Nunca la relación de pareja debe mermar la primacía de la relación con Dios, del cual depende por su asistencia, la superación de cualquier dificultad, la unión y estabilidad del matrimonio.
“El pecado y el egoísmo, y la falta de perdón devastan cualquier relación”, respondió. “Todos tenemos que tratar con el pecado. Todos tenemos que lidiar con el egoísmo, pero el punto de ruptura final es la falta de perdón”, dijo MacArthur.
“Uno de ellos es el adulterio – que es el pecado sexual en el matrimonio – Relaciones sexuales con alguien que no sea su cónyuge. No se puede separar simplemente porque su cónyuge es inconverso”, dijo.
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