La colección de escritos a los que los protestantes llaman Libros Apócrifos (“escritos ocultos”), los Católicos Romanos les llaman libros deuterocanónicos. (“segundo canon”). Estos libros fueron escritos entre el 300 a.C. y el 100 d.C. en el Período Intertestamental entre los escritos inspirados del Antiguo y Nuevo Testamentos. Los libros apócrifos fueron aceptados como “infalibles” dentro de la Biblia por la Iglesia Católica Romana en 1546 en el Concilio de Trento. Ahora, los libros apócrifos deberían regirse por la evidencia de la Biblia, si es que estos escritos fueran realmente inspirados, pero la evidencia parece indicar que no lo son. En la Biblia encontramos profetas de Dios, cuyos mensajes son ratificados por milagros o por profecía que se cumple, y cuyo mensaje es inmediatamente aceptado por la gente (Deuteronomio 31:26; Josué 24:26; 1 Samuel 10:25; Daniel 9:2;Colosenses 4:16; 2 Pedro 3:15-16). Lo que encontramos en los Apócrifos es justamente lo opuesto, ningún libro apócrifo fue escrito por un profeta; de hecho, ¡un libro declara específicamente que no es inspirado (1 Macabeos 9:27)! Ninguno de estos libros fueron incluidos en la Escrituras hebreas. No hay ratificación de los autores de ningún libro apócrifo. Ningún libro apócrifo es citado como autoritativo por los escritores bíblicos posteriores. No hay cumplimiento de ninguna profecía en ninguno de los libros apócrifos. Finalmente, Jesús, quien citó cada sección de las Escrituras del Antiguo Testamento, jamás citó ninguno de los apócrifos. Tampoco lo hicieron Sus discípulos.
Hasta la fecha, la Biblia ha eclipsado a todas las fuentes que compiten por ser la revelación misma de Dios, si no fuera la Palabra de Dios, parecería imposible elegir entre las otras restantes. Si la Biblia no es la Palabra de Dios, entonces hemos sido dejados sin un claro criterio para saber cuál podría ser.
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