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En Cómo enseñar - pedagogía, Cómo predicar - homilética, Como prepararse como líder, Liderazgo | 23 de febrero de 2012 | 0 comentario
Audiencia: Diseñado para todosAutor: Joan Alberto García del ToroTema de respuesta: PREGUNTAS Y RESPUESTAS
En su interesante novela oscuridad al mediodía Arturo Koestler, desliza una frase que pudiéramos parodiar. Uno de sus personajes dijo: “Estamos haciendo el trabajo de los profetas sin preparación” Cuando pensamos en predicadores cristianos notamos que todos tienen la capacidad de recibir de Dios el mensaje para comunicar a su pueblo, pero no todos tienen la metodología y dialéctica apropiada para trasmitir con eficacia dicho mensaje. Y no todos quieren pagar el precio de la preparación.
Hoy la vida es agitada, todo es al momento. Es una sociedad moderna donde todo está al clic de un ratón de computadora. Y esto nos ha afectado, la rapidez de dicha humanidad nos apresura más y más hacia un mundo sin oportunidad en el campo del factor tiempo, estamos tan ocupados en la vid que no tenemos tiempo para preparar con toda claridad y seriedad los mensajes que El Señor de la vid quiere proveerle a su pueblo.
Aspiro con toda libertad a preguntarnos: ¿Cuántos días, horas o minutos le dedicas ha preparar tu sermón? ¿O simplemente tomas un texto o pasaje y lo predicas sin un estudio previo? ¿Los comentarios, diccionarios, concordancia y las biblias de estudios forman parte de las herramientas que manejas en la preparación de tu sermón o no los consideras necesarios?
Vamos al grano.
Creo que dependiendo de cuánto tiempo le dediques a la elaboración del mensaje y desees indagar a través del estudio exhaustivo del tema o texto a predicar puedes determinar si son sermones de comida rápida o sermones de comida suculenta. La comida suculenta son sermones bien elaborados, pensados en oración, con una dosis alta de estudio, exégesis y homilética, fabricados con todo respeto por la congregación a la cual alimentarás.
Si no crees necesaria la preparación, ni un tiempo a solas con tu sermón entendiéndose entre los dos, si no es así lo he denominado el síndrome de la comida rápida, la cual siempre todos los que la consumen pueden ser más propensos a padecer a corto o largo plazo de unas cuantas enfermedades espirituales, será que no entendemos que aunque al parecer todo marcha bien y tiene apariencia de piedad o de firmeza, estos sermones crean un hueco en la vida social y espiritual de nuestras congregaciones; no le aporta los nutrientes necesarios para el fortalecimiento y crecimiento, como dijera Pablo escribiéndole a la iglesia en Corinto: “vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios”. (1Corintios 3:9).
Cómo podremos tener un fundamento inconmovible que sostenga ese edificio si nuestras vidas solo se alimentan de mensajes carentes de objetividad, de palabras que no nos confrontan en nuestro andar con Cristo, sermones que aunque aparentemente parecen “buenos” no son el delicado pasto del que habla el Salmista, aunque no lo crea mi amado hermano (a) esas no son aguas de las cuales una oveja querrá beber y todos sabemos que las ovejas no beben cualquier agua, si está turbia no la toman y después preguntamos por qué en muchas congregaciones los hermanos no se beben nuestros sermones o porque simplemente están infectados de algún virus que atenta contra la salud de la grey que el buen Pastor ha dejado cuidando a nuestro cuidado.
Necesitamos desesperadamente sermones que nos ayuden a crecer, a combatir ahora más que nunca a los falsos maestros y aún más a aquellos que en nuestros días quieren profanar lo santo a través de sus prédicas dentro de nuestras iglesias. “O llamar lo malo bueno o lo bueno malo” (Isaías 5:20)
Apreciaremos dos posturas a reflexionar en nuestros mensajes con las cuales podemos identificarnos en la próxima edición
1. Comida rápida.
2. Comida sustanciosa
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