La corrupción de la naturaleza humana es una enfermedad universal. Afecta no solo el corazón, la voluntad y la conciencia del hombre, sino también su mente, su memoria y su entendimiento. La misma persona que es veloz y hábil en las cosas del mundo, frecuentemente fallará por completo en la compresión de las verdades más sencillas del cristianismo. A menudo no podrá entender los razonamientos más claros del evangelio. No podrá ver el significado el las declaraciones más claras de la doctrina. A él sonarán, o absurdos y misteriosos. Escuchará como uno escuchando un idioma extranjero, entendiendo una que otra palabra, pero no llegará a entenderlo del todo. “El mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría” (1 Co. 1:21). Oye pero no entiende.
Si deseamos progresar en nuestro entendimiento de las cosas divinas, tenemos que orar diariamente por la enseñanza del Espíritu Santo. Sin él, el intelecto más grande y los poderes más fuertes nos llevarán a la nada. Al leer la Biblia y oír sermones, todo depende del espíritu en el cual leemos y oímos. Una mente humilde y enseñable es el secreto del éxito. Feliz el hombre que a menudo dice con David, “Enséñame tus estatutos” (Salmo 119:64). Tal hombre no solo oirá, sino también entenderá.
J.C. Ryle
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por su comentario